El imperio de la IA: cómo las ambiciones de OpenAI remodelan el mundo

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En 2022, OpenAI lanzó ChatGPT y desde entonces la IA generativa se ha integrado rápidamente en la vida diaria. Si bien crece el entusiasmo por la IA, las encuestas revelan que hay más estadounidenses preocupados que entusiasmados por su creciente uso, un sentimiento que ha aumentado desde 2021. Según Karen Hao, autora de Empire of AI, esta inquietud está justificada.

La investigación de Hao enmarca a OpenAI y empresas similares como “imperios” modernos, que ejercen un poder sin precedentes a través de la extracción de recursos y el control ideológico. Estas empresas acumulan influencia explotando datos, mano de obra e incluso el planeta mismo. A diferencia del capitalismo tradicional, las empresas de IA operan con una fe casi religiosa en la Inteligencia General Artificial (AGI) en lugar de meros motivos de lucro. Este impulso ideológico alimenta un crecimiento insostenible, ejemplificado por los planes de OpenAI para una expansión de 10 billones de dólares que desafía la lógica económica.

El costo ambiental es asombroso. OpenAI apunta a construir 250 gigavatios de capacidad de centro de datos para 2033, probablemente dependiendo de combustibles fósiles para satisfacer la demanda. Las empresas de servicios públicos ya están ampliando la vida útil de las plantas contaminantes para adaptarse a la infraestructura de inteligencia artificial, lo que agrava la contaminación del aire en comunidades vulnerables. Mientras tanto, los centros de datos consumen grandes cantidades de agua dulce, compitiendo con las poblaciones locales en regiones con escasez de agua.

La noción de que la IA “resolverá” estos problemas es engañosa. Los daños ya están ocurriendo, mientras que el AGI sigue siendo una posibilidad especulativa descartada por la mayoría de los investigadores de IA. El verdadero problema no son los actores individuales como Sam Altman sino las estructuras de poder sistémicas que permiten una influencia desenfrenada. Altman, un maestro manipulador, aprovecha la creencia genuina dentro de la comunidad de IA para asegurar recursos y capital.

El impacto internacional es particularmente agudo. Los viajes de Hao revelaron prácticas laborales de explotación en países como Kenia, donde OpenAI contrata trabajadores por un salario mínimo. Esta explotación refleja el colonialismo histórico, en el que los imperios de IA extraen valor dejando pocos beneficios para quienes contribuyen.

En última instancia, el problema no es sólo OpenAI o Altman. Es un sistema roto que otorga un poder inmenso a entidades que no rinden cuentas. Desmantelar esta estructura, no simplemente escudriñar a los individuos, es la clave para garantizar un futuro más equitativo y sostenible.

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