El pasado está lleno de predicciones científicas que resultaron tremendamente inexactas o tardaron décadas en ser aceptadas. Revisar estos pronósticos olvidados de 1976, 1926 y 1876 ofrece una mirada fascinante a cómo ha cambiado nuestra comprensión del mundo y con qué frecuencia las reacciones iniciales son escépticas o desdeñosas.
El susto de la “abeja asesina” de 1976
En 1976, eran generalizados los temores sobre la propagación de las “abejas asesinas” (abejas africanizadas) por las Américas. La preocupación surgió de la liberación accidental de abejas africanas en Brasil en la década de 1950, que luego se cruzaron con abejas europeas. El híbrido era agresivo y los medios promocionaban una posible invasión del hemisferio occidental.
Sin embargo, el profesor de apicultura de la Universidad de Cornell, Roger A. Morse, descartó estos temores por considerarlos exagerados. Señaló que la agresividad de las abejas africanas no era exclusiva de las especies de abejas melíferas. Fundamentalmente, señaló que no podían sobrevivir a los inviernos fríos sin formar grupos invernales, lo que hacía improbable una invasión estadounidense. Este fue un punto clave: las limitaciones climáticas a menudo limitan la propagación de especies invasoras. Hoy en día, las abejas africanizadas están presentes en algunas partes de Estados Unidos, pero el “reinado del terror” nunca se materializó.
La controversia de Pangea de 1926
Hace cien años, en 1926, la teoría de Alfred Wegener de que los continentes alguna vez formaron un único supercontinente llamado Pangea fue recibida con escepticismo. Wegener propuso que las fuerzas de las mareas rompieron esta masa de tierra y los pedazos se separaron.
Muchos geólogos consideraron entonces que la idea era absurda. El concepto de continentes en movimiento era radical, ya que no se conocía ningún mecanismo para tal fenómeno. La teoría cautivó a algunos científicos, pero no fue hasta décadas después, con el desarrollo de la tectónica de placas, que la idea de Wegener obtuvo una aceptación generalizada. Esto ilustra cómo las ideas innovadoras a menudo enfrentan una resistencia inicial antes de ser validadas por evidencia adicional.
Debates sobre las primeras civilizaciones y “curas” peligrosas
El artículo también toca otros dos puntos históricos: debates sobre los orígenes de la civilización (si surgió en un lugar y se extendió o se desarrolló de forma independiente en múltiples regiones) y una “cura” verdaderamente alarmante para los resfriados.
En 1926, los científicos discutieron sobre si la civilización se originó en Egipto y se extendió hacia el exterior, citando similitudes en el arte, las costumbres y las prácticas religiosas. Alternativamente, algunos propusieron que los humanos desarrollan universalmente rasgos culturales similares independientemente de su ubicación. Este debate refleja una discusión más amplia sobre la difusión cultural versus la invención independiente.
Lo que es más inquietante es que el artículo menciona una “bomba de cloro gaseoso” para tratar los resfriados en el hogar, inventada por dos químicos de San Francisco en 1926. El dispositivo implicaba inhalar cloro gaseoso puro en una habitación cerrada durante una hora. Este es un método peligroso y mortal que nunca se consideraría aceptable hoy en día. El hecho de que esto fuera propuesto resalta los diferentes estándares de la práctica médica en el pasado.
Un recordatorio de lo poco que sabíamos
Finalmente, una nota curiosa de 1876 menciona la comprensión limitada del jade, un silicato de alúmina, en los Estados Unidos en ese momento. Si bien abundaba en China y Birmania, su dureza y dificultad para tallarlo lo hacían valioso a pesar de no ser escaso. Esto subraya lo mucho que aún se desconocía sobre materiales y culturas más allá de Europa occidental y Estados Unidos.
Estos fragmentos históricos sirven como recordatorio de que el conocimiento científico siempre está evolucionando, e incluso las creencias más arraigadas pueden ser revertidas por nuevos descubrimientos. El pasado está lleno de lecciones sobre los límites de la comprensión humana y la importancia del escepticismo incluso hacia las teorías más aceptadas.

















