El sistema moderno de educación cívica a menudo se queda corto y se centra en la memorización en lugar de en la comprensión genuina. Zachary Coté, director ejecutivo de Thinking Nation, sostiene que el pensamiento histórico –no sólo aprender sobre la historia, sino comprometerse con ella como disciplina- es la clave para formar ciudadanos comprometidos y empáticos. El viaje de Coté desde profesor de historia en Inglewood, California, hasta liderar una organización sin fines de lucro dedicada al cambio educativo sistémico revela una poderosa idea: el pensamiento histórico no se trata solo del pasado; se trata de equipar a los estudiantes con las herramientas para navegar el presente y dar forma al futuro.
El poder de la perspectiva
La propia experiencia de Coté ilustra este punto. Descubrió que estudiar historia no sólo proporcionaba hechos, sino también una perspectiva más amplia y matizada del mundo. La exposición a diversas experiencias históricas fomentó la humildad y redujo la reactividad, lo que le permitió procesar los acontecimientos actuales con mayor consideración. No se trata sólo de evitar reacciones instintivas, sino de reconocer que el presente se construye sobre capas de decisiones, perspectivas y conflictos pasados. Sin comprender esas capas, nuestro compromiso con los problemas actuales sigue siendo superficial.
“Partir el pan con los muertos” de Coté –su resolución de Año Nuevo de leer sólo libros de más de 100 años– resalta esto aún más. Encuentra paz en narrativas largas y de ritmo más lento, reconociendo que los ritmos del lenguaje y el pensamiento han cambiado con el tiempo. Esta inmersión deliberada en el pasado no es escapismo; es una forma de recalibrar el presente.
Más allá de las habilidades: cultivar disposiciones
Thinking Nation no busca simplemente agregar pensamiento histórico a los planes de estudio existentes. En cambio, pretende convertirlo en la base de la educación en estudios sociales. El objetivo es hacer que las aulas pasen de premiar la memorización a valorar la participación. No se trata sólo de enseñar “pensamiento crítico”; se trata de cultivar disposiciones específicas: curiosidad, empatía y la capacidad de analizar información desde múltiples perspectivas.
Este enfoque se conecta directamente con las alfabetizaciones modernas, como la alfabetización en medios y en inteligencia artificial. La verdadera alfabetización, sostiene Coté, no se trata sólo de leer o escribir; se trata de abordar la información con una mentalidad flexible. El pensamiento histórico proporciona las herramientas para hacer precisamente eso. Un estudiante capacitado para comprender el contexto histórico está mejor equipado para discernir la verdad de la falsedad en la era digital.
El imperativo cívico
El pensamiento histórico no es simplemente un ejercicio académico; es una necesidad cívica. Coté señala la tarea fundamental de un historiador: comprender a personas de diferentes épocas y lugares. Esto se traduce directamente en ciudadanía: la capacidad de comprender y empatizar con quienes provienen de diferentes orígenes. Una democracia no prospera gracias a creencias compartidas, sino a la capacidad de superar los desacuerdos con respeto y comprensión.
Esta perspectiva también se extiende más allá del presente. El trabajo de Coté anima a los estudiantes a considerar las consecuencias a largo plazo, enmarcando el pensamiento histórico como una herramienta para la construcción de legado. Al comprender el pasado, los estudiantes pueden moldear el futuro de manera más efectiva, honrando tanto a los que vinieron antes como a los que vendrán después.
En última instancia, el pensamiento histórico no se trata de objetividad; se trata de reconocer la subjetividad inherente de cada narrativa. El objetivo no es eliminar los prejuicios sino comprenderlos, tanto en nosotros mismos como en los demás. Ésta es la base de una ciudadanía verdaderamente informada y comprometida.
El paso de la memorización al compromiso es difícil y requiere un cambio sistémico. Pero al priorizar el pensamiento histórico, los educadores pueden capacitar a los estudiantes para que se conviertan no sólo en ciudadanos informados, sino en participantes reflexivos, empáticos y resilientes en un mundo complejo.
