Los trabajadores del cuidado infantil enfrentan crecientes tasas de hambre en medio de luchas sistémicas

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Según un informe reciente, más de la mitad de las personas que cuidan niños en los Estados Unidos ahora pasan hambre. Ésta no es una cuestión marginal de pobreza extrema; es una crisis creciente que afecta a quienes brindan atención esencial a la primera infancia. Los hallazgos, del Proyecto de Encuesta RAPID en Stanford, revelan una tendencia inquietante: el 58% de los proveedores de cuidado infantil informaron haber experimentado hambre en junio de 2025, el porcentaje más alto desde que comenzó la recopilación de datos en 2021.

La crisis en expansión

No se trata sólo de que los proveedores se salten comidas ocasionalmente. El estudio define el “hambre” basándose en dificultades específicas: incapacidad para reemplazar los alimentos en mal estado, comidas equilibradas inasequibles, porciones reducidas debido a la falta de fondos y quedarse sin comida cuando se tiene hambre. La situación ha empeorado: un promedio del 44% de los proveedores informaron pasar hambre entre 2021 y 2025. El aumento de los costos de los comestibles, combinado con los recortes en los programas de asistencia alimentaria, está empujando a más trabajadores a la inseguridad alimentaria.

El problema va más allá de la privación inmediata. Los expertos enfatizan que la inseguridad alimentaria representa una lucha más profunda y continua por el acceso constante a una alimentación adecuada. Incluso si un proveedor no tiene hambre en el momento de una encuesta, es posible que aún viva con la ansiedad constante de no saber de dónde vendrá su próxima comida.

Por qué esto es importante: un sistema bajo presión

La crisis entre los trabajadores del cuidado infantil pone de relieve un sistema roto. El salario medio por hora de estos profesionales sigue siendo bajo: a menudo menos de 12,25 dólares, incluso para aquellos con títulos. Mientras tanto, el costo del cuidado infantil para las familias se ha disparado, superando los pagos de alquiler o hipoteca en muchas áreas. Esto crea una cruel ironía: quienes cuidan de nuestros niños a menudo no pueden cubrir sus necesidades básicas.

La inestabilidad de los horarios agrava aún más el problema. Muchos proveedores enfrentan horarios impredecibles y el trabajo se cancela con poca antelación si el número de inscripciones disminuye. Esto hace que sea más difícil hacer un presupuesto, acceder a ingresos constantes y calificar para programas de asistencia como SNAP (Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria). Los cambios del SNAP programados para octubre de 2026, incluidos límites de edad más estrictos y la eliminación de exenciones para grupos vulnerables, probablemente empeorarán la situación. Aproximadamente el 43% de los trabajadores del cuidado infantil ya dependen de la asistencia pública, lo que los hace sumamente vulnerables a estos recortes.

El contexto más amplio

La inseguridad alimentaria afecta a 1 de cada 4 hogares en Estados Unidos, pero tradicionalmente la atención se ha centrado en los niños. Los expertos señalan que el público tiende a subestimar cuán extendida está el hambre entre los adultos, particularmente aquellos con profesiones de bajos salarios.

“La mayoría de la gente piensa que estamos en un país muy próspero, y con el hambre, hay una especie de mentalidad de pobreza abyecta… Pero estamos empezando a hablar de estos temas como un canario en la mina de carbón; hay señales de que está empezando a extenderse a un sector mucho más amplio de la población”. – Philip Fisher, Centro Stanford para la Primera Infancia

La situación entre los proveedores de cuidado infantil es una cruda advertencia: si quienes cuidan a nuestros más pequeños tienen dificultades para alimentarse, todo el sistema está fallando. Sin cambios sistémicos en los salarios, la seguridad laboral y las redes de seguridad social, la inseguridad alimentaria entre estos trabajadores esenciales no hará más que profundizarse.

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