Cambio en la política de vacunas de EE. UU.: una comparación equivocada con Dinamarca

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Las recientes medidas adoptadas por funcionarios estadounidenses para alinear el calendario nacional de vacunas con el de Dinamarca han generado duras críticas por parte de los expertos en salud pública. La decisión del panel asesor de los CDC de reconsiderar la vacuna universal contra la hepatitis B al nacer, citando a Dinamarca como modelo, pasa por alto diferencias fundamentales en la salud de la población, los sistemas de atención médica y la prevalencia de enfermedades. Este cambio no se trata de mejoras científicas; es una comparación defectuosa que ignora el contexto del mundo real.

La cuestión central: manzanas y naranjas

Estados Unidos y Dinamarca operan en condiciones muy diferentes. Estados Unidos, con más de 340 millones de habitantes, tiene un sistema de salud fragmentado y en gran parte privado. Dinamarca, con una población de poco más de seis millones, ofrece atención médica universal financiada por el estado. Esto significa que gestionar eficazmente la salud pública requiere enfoques diferentes.

Como señala la epidemióloga Katelyn Jetelina: “Estados Unidos no es Dinamarca. Deberíamos esperar que las decisiones políticas a nivel de país varíen”. La escala y estructura de los dos sistemas simplemente no son comparables.

Prevalencia de enfermedades y tasas de detección

La comparación se desmorona aún más cuando se analizan las tasas de enfermedad. En 2023, Dinamarca registró 99 nuevos casos de hepatitis B crónica, mientras que Estados Unidos registró más de 17.000. Dinamarca también mantiene casi el 100% de las pruebas de detección de las personas embarazadas, y la mayoría de los casos positivos reciben tratamiento, un marcado contraste con los EE. UU., donde solo alrededor del 85% de las personas embarazadas se someten a pruebas de detección y muchas carecen de acceso a la atención.

La hepatitis B es una infección hepática grave que, si no se trata, puede provocar enfermedades potencialmente mortales. El enfoque estadounidense de limitar la vacunación a grupos de alto riesgo ha demostrado ser ineficaz en el pasado: incluso con exámenes específicos, los casos aún se propagan debido a infecciones no detectadas dentro de los hogares. La vacunación universal, implementada en 1991, redujo los casos de hepatitis aguda en jóvenes en un 99% entre 1990 y 2019.

Costo-efectividad y atención sanitaria universal

Los sistemas de salud universales como el de Dinamarca a menudo priorizan la rentabilidad al hacer recomendaciones de vacunación. Si bien las vacunas son generalmente más baratas que el tratamiento de enfermedades, la asignación de recursos sigue siendo un factor. El Reino Unido, por ejemplo, da prioridad a las vacunas contra la gripe para los adultos mayores porque ofrecen el mayor costo-beneficio. Dinamarca puede aplicar una lógica similar a su política contra la hepatitis B.

Sin embargo, esta lógica no se traduce bien en Estados Unidos, donde el acceso a la atención médica es desigual. Un sistema fragmentado significa que más personas quedan desatendidas, lo que hace que la vacunación universal sea una estrategia de salud pública más eficaz.

Corrientes políticas subyacentes

La presión para modificar el calendario de vacunas de Estados Unidos se alinea con una tendencia más amplia de priorizar las libertades individuales sobre la acción colectiva. Si bien la autonomía personal es importante, la salud pública depende de la cooperación para proteger a las poblaciones vulnerables. Como advierte Jetelina: “Si nos basamos demasiado en el individualismo, las enfermedades volverán”.

En esencia, comparar las políticas de vacunación de Estados Unidos y Dinamarca es una distracción de los problemas reales: el acceso a la atención médica, la prevalencia de enfermedades y la importancia de las medidas colectivas de salud pública. La medida de la administración Trump parece impulsada por la ideología más que por el rigor científico, lo que potencialmente pone en peligro la salud pública a largo plazo.

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